Entrevista a José Ardila, incluido en lista Granta

El escritor José Ardila --Foto de Pablo Restrepo Giraldo
El escritor José Ardila – Foto de: Pablo Restrepo Giraldo
El escritor José Ardila – Foto de: Pablo Restrepo Giraldo

José Ardila (Chigorodó, 1985) es escritor, pero quiso ser actor. Vive en Medellín desde hace más de veinte años. Recientemente fue incluido en la segunda selección de los mejores escritores jóvenes en español que la revista Granta realiza cada diez años. Ha publicado dos libros de cuentos: Divagaciones en el interior de una ballena (2012) y Libro del tedio (Angosta, 2017); actualmente trabaja en su primera novela.

1. ¿De dónde salen sus historias?

De un ejercicio constante de observación, memoria e imaginación. Observación, para notar lo que pueda ser el punto de partida de una historia —una anécdota, una imagen, una frase que le oigo a alguien, un miedo, un rencor…—; memoria, para conservar lo que realmente valga la pena de eso que observo; imaginación, para deformarlo, para trazar caminos.

2. ¿Cuándo comenzó a escribir?

Cuando era adolescente, pero sin la consciencia plena de que estuviera escribiendo literatura. Siempre me ha gustado el teatro. Mi sueño de toda la vida fue ser actor. No dramaturgo, no director, actor. Y la biblioteca del pueblo donde nací, Chigorodó, era todavía —no sé ahora— muy precaria. Había muy pocos libros de todo, pero especialmente había casi nada de textos teatrales. Acaso una colección de autores antioqueños editada por la gobernación de Antioquia, con la que conocí y me enamoré de la obra de José Manuel Freidel. Era natural entonces que varios grupos del pueblo y de la región tuvieran montadas las mismas obras de Freidel: Avatares, Amantina o la historia de un desamor… De manera que los dramaturgos fueron algo necesario: una solución para un problema. Yo fui uno de esos dramaturgos accidentales. Luego, en Medellín, conocí la biblioteca de la Universidad de Antioquia —que fue más importante para mí que la carrera que terminé, Periodismo—, empecé a asistir a talleres literarios, como el de Luis Fernando Macías, y fui encontrando poco a poco mi vocación. Me pareció en algún momento que no había mucha diferencia entre un monólogo teatral y un cuento en primera personaEs fundamental. Hay una frase que tiene todavía cierto valor en algunos círculos, sobre todo académicos, para describir la obra de un buen escritor: “Esto pudo suceder en cualquier lugar”. Pues, bueno, no me interesan las historias que pueden suceder en cualquier lugar. Me aburren. Leyéndolas y escribiéndolas. La nada —o el todo, que es lo mismo— es demasiado estéril para la creación. Mis historias están construidas desde una especie de limbo vital: desde una sensación de arraigo y desarraigo simultáneos. Chigorodó, Urabá, aparecen como recuerdos, a veces como un lugar del que escapé, y Medellín como una ciudad que ha definido buena parte de lo que soy, a la que le debo casi todo lo que amo ahora, pero que también siento como una trampa de la que debería huir en cualquier momento…sigue leyendo en El Cisne: libros y espacios de El Espectador. (Publicado originalmente el 28 de abril de 2021).

© Isabel-Cristina Arenas, Barcelona, 4 de noviembre de 2021

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