En 2005 vivía en Houston y quería ir a Nueva York a visitar los museos y el edificio Dakota, entonces compré un vuelo y fui a pasar el puente del 1 de septiembre. Mi tío Alfredo me regaló el hospedaje en un hotel decente pues mi plan era dormir en el hostal donde cayera la noche. Pasé cuatro días allí, fui al MoMA, al Met y al Guggenheim. Quería ver todas las obras que nos mostraron en filminas en la mejor clase que tuve en la universidad: “Estética de la música comparada y otras artes” con Pepita. Recuerdo el momento en que estuve frente a París por la ventana de Chagall, pero sobre todo, vi, vi y vi los Brancusi del MoMA y me quedé hasta el día de hoy con ganas de tocarlos.
Ya casi al final del viaje estaba descansando en una banca fuera del hotel y alguien llamado Charlie se sentó a mi lado. Dijo que iba a pasar un año sabático en España pero como su vuelo había sido retrasado para la media noche tendría todo el día para ir por ahí. Trabajaba en enfermería o algo relacionado, pero era historiador de arte. Empezamos a hablar sobre pintura y escultura cuando se dio cuenta de que mi mapa tenía algunos los museos encerrados en un círculo. Le hablé de Brancusi y de lo que más me había gustado de esos días. Después de un rato tomamos un tren hasta Nueva York porque el hotel quedaba en Nueva Jersey, me llevó a ver arte medieval y al Noguchi, además de otros lugares en la ciudad.
Después de tanto tiempo me sigue gustando repasar el día y pensar que me acuerdo de todo. No es así, se me olvidaron muchas cosas, por ejemplo cómo fue el recorrido desde el hotel hasta Brooklyn (donde está el Noguchi). Queda la esencia del viaje que es el encuentro, la discusión y que ahora me han servido para escribir sobre dos libros de Nicolas Bourriaud: Postproducción y Estética relacional en la revista Continuidad De Los Libros y este es el link para leer el ensayo: Leer.
@Isabel-Cristina Arenas, Barcelona noviembre de 2014
El HERMAFRODITA DORMIDO 
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