
“La persona que escribe se sienta en el ordenador con sus circunstancias y con sus experiencias, como una capa más del uniforme”, escribe la argentina Elena Medel en las primeras páginas de este ensayo. Le es difícil imaginar que esa persona es alguna de sus amigas escritoras, pues ellas consiguen hacerlo solo en determinados y escasos momentos, además de los sacrificios a los que se enfrentan. Después Mendel nos invita a conocer los diversos uniformes de las personas que escriben, además de darnos, cada cierto tiempo, un pequeño regalo. A lo largo de las páginas de este libro se van intercalando acuarelas de diversas flores de Richard Seymour Bayham expuestas en Museo de Arte de Cleveland: una magnolia, una rosa de damasco, una rosa salvaje y otras más por descubrir.
La autora nos cuenta que, en un bar cercano, después de la presentación de un libro, alguien sugirió que en la información biográfica no se pusieran los estudios y triunfos literarios sino las circunstancias de las que está hecho el uniforme de quien escribe: género, raza, número de hijos, personas a cargo, horas invertidas al día en un posible trabajo alimenticio, dinero en el banco entre otras ventajas o desventajas de cada uno. La sugerencia deja grandes preguntas abiertas que sin duda será el tema principal de una gran conversación (quizás interminable) entre amigas escritoras. Un debate que parte de que, como dice Medel, “No existe la literatura masculina o la literatura femenina, sino la buena literatura y la mala literatura”. De acuerdo.
Es probable que el contexto de los escritores (hombres) sea muy parecido entre sí. También se plantea en el libro. La puerta del estudio se cierra y el mundo desaparece. Una esposa, una novia o la madre…sigue leyendo en el Blog de l’Escola de llibreria.
© Isabel-Cristina Arenas, Barcelona, 13 de marzo de 2024

Comentar este post: