
Pensé darle vacaciones a mi editor. Quise dejarlo en paz aunque fuera una vez y publicar este artículo sin ninguna de sus correcciones y aterrizajes en coherencia. Hubiera sido justo darle unas cortas vacaciones y hacerle en secreto un pequeño homenaje en agradecimiento por las horas que ha dedicado a ser mi cerebro consciente. Sin embargo, como le escribí hace poco en un correo: no sé comer chicle en un cuento si él no me dice para qué lado lo muerdo.
Editar la vida, Mitos y realidades de la industria del libro, son las memorias de Michael Korda (Londres 1933), director editorial de Simon & Schuster. La obra tiene consejos que podrían servirle a quien quiera dedicarse a la edición. También cuenta secretos sobre algunos autores y políticos, como Ronald Reagan y Richard Nixon, mientras retrata la vida norteamericana entre los años cincuenta y noventa.
Michael Korda habla del editor cirujano, artista, ingeniero y maestro, que se dedica a perfeccionar a interpretar, casi a adivinar la intención del autor para darle sentido. Resalta que el verdadero editor sabe cuándo no modificar, sabe dejar la obra quieta si cree que así como está funciona, lo cual afirma el hecho de que el editor no solo corta, reestructura y ordena. Defiende la vocación de los editores pero también muestra sus debilidades, las tentaciones en las que caen por llegar a ser exitosos con una obra en la que no creen, por ocupar un cargo administrativo con mayores ingresos, por trabajar como si editar fuese una tarea que se aprende y no que se siente y se ama.
Las anécdotas que cuenta el autor son entretenidas porque están relacionadas con el mundo de los escritores, sus egos, y personalidades excéntricas, pero confieso que no quisiera leer casi ninguna de las obras mencionadas en Editar la vida, pues son para resumirlas en una frase: muchas sombras de gray, no en cuanto al argumento (algunos sí) sino al objetivo que se perseguía con ellas: ser best-seller. Por favor lean este artículo de Santiago Rocangliolo sobre Mr. Gray. Rescato a dos de las sombras pretenciosas: Graham Greene y Tennessee Williams; su relación con estos dos escritores fueron partes extraordinarias de la obra.
Por otra parte, recordé un libro, también de memorias de un editor, que no he leído y que tengo «abandonado» en mi biblioteca de Bogotá. Se llama Opiniones mohicanas de Jorge Herralde, de quien, por el contrario me gustaría leer muchos de los libros de su impresionante catálogo, pues de Anagrama perseguimos con mi hermano las novedades tanto en Narrativas Hispánicas como en Compactos y queremos cuando “grandes” ser uno el Herralde del otro. Yo creo que en realidad somos del tipo de hermanos gemelos que se llevan tres años y a veces uno es el mayor y otro es el menor dependiendo del problema familiar o el cuento en edición. Él no cree sea posible que exista esa clase de relación familiar, pero las hay.
Volviendo a Editar la vida, el libro de este artículo, leí en algunas reseñas que tiene toques de humor, pero quizá se perdieron en la traducción pues no recuerdo haberme reído mucho. De hecho, los momentos divertidos los tuve cuando me distraía pensando en los comentarios en color naranja que me hace mi hermano al editarme los cuentos, pues están cargados de un humor negro y afilado que afirman su inteligencia. Por eso, al cerrar el libro de Michael Korda supe que tenía la excusa perfecta para escribir sobre mi hermano y decirle que él es una de las razones más fuertes por las que: 1. me gusta oír historias, 2. leo, 3.escribo y le agradezco que siempre sepa cómo editarme la vida.
Así que nos daremos un abrazo la próxima vez que nos veamos en persona, sin saludos, que en mi opinión son para la gente que no se habla en forma continua. Ya después del abrazo podremos seguir igual que hace más de 20 años, cuando él empezó a contarme en la cocina de la casa cada libro que leía sin darse cuenta que me estaba dando el primer motivo para no dejarlo en paz.
Pd familiar: Mis otros dos hermanos cumplen tareas diferentes en mi vida, de hecho son literatura en proceso.
© 2013 Isabel-Cristina Arenas
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