
La reseña oficial de CeroCeroCero se puede leer en la revista Continuidad De Los Libros, revista digital de la librería Clásica y Moderna de Buenos Aires. Este es el link para leerla.
Esta vez tampoco pude evitar la reseña íntima:
Empieza con una frase real como una bala: “La coca es una mancha blanca sobre el optimismo y se la identifica con Colombia” Roberto Saviano.
Cuando entro a un supermercado y no compro nada me siento sospechosa, culpable. A veces, si no encuentro lo que busco termino comprando algo solo por evitar miradas de duda. La última vez que tuve la valentía de salir sin lo que buscaba el dueño me dijo que sacara las manos de los bolsillos. Se me nota el miedo. Me sucede lo mismo cuando paso por inmigración, por la aduana o por los detectores de metal de los aeropuertos. Siempre tengo la sensación de que van a descubrir que escondo algo, y no precisamente un implante de cadera, sino un paquete, de droga por ejemplo. Cocaína por ejemplo.
Este miedo lo tengo desde que fui la primera vez a Estados Unidos en 2002. Antes de mostrar mi pasaporte y apenas haciendo la fila para entregar las maletas, me hicieron tantas preguntas que empecé a dudar de todo. ¿Quién empacó su equipaje? ¿Quién lo cerró? Necesito revisar sus zapatos de plataforma. ¿Está segura de que usted hizo la maleta y no recibió ningún paquete extraño? ¿Ha ido al baño a hablar con alguien? ¿Está segura de que usted está diciendo la verdad? Al sentarme en el avión comí todo lo que pude solo para probar, no sé a quién, que yo solo iba a pasar una temporada en Michigan, nada más. Que era estudiante y que no tenía nada raro dentro de mi estómago que ameritara rayos X y perros antidrogas al llegar al John F. Kennedy.
Después del primer viaje el miedo fue disminuyendo, pero no del todo, quedaron las pesadillas alimentadas por el cine con María llena eres de gracia (2004) como ejemplo, por las narcotelenovelas/series y narcoliteratura de mi país. El estereotipo cocacolombiana me persigue y me duele. Aunque debo decir que en Barcelona nunca nadie me ha preguntado si tengo una caleta en mi apartamento y que si le puedo vender un gramo.
Hace unas semanas bajando por el Paseo de Gracia reconocí a un hombre que estaba a mi lado en el concierto de Nick Cave en el Festival Primavera Sound de 2013. Esa fue la primera vez que vi a alguien consumiendo coca. Lo hizo dos veces en media hora, recuerdo muy bien su cara porque tenía pinta de escultura romana, un David contemporáneo, pero barbado y vestido de negro. Ha pasado un año desde esa vez y ahora con la lectura de CeroCeroCero de Roberto Saviano el miedo ha vuelto. Y no es que me importe/juzgue o no que alguien lo haga. Allá ese David con barba y su impotencia. Aquí lo importante es darse cuenta de que, como dice Saviano: “el oro blanco, atraviesa a las personas y se adapta a los vacíos”. Dinero, sangre y coca, junto con negocios paralelos de prostitución, transporte humano y armas, ya no solo reflejan el destino de un solo país (Colombia) sino el de todo el mundo. México, Estados Unidos, España, Portugal, Rusia, Inglaterra, Nigeria etc. El planeta se ha convertido en un mapa de rutas de transporte y estrategias de distribución. Cierro los ojos y lo veo. Después pienso en el lugar en donde habrá dormido Saviano y cada cuánto tendrá que moverse de sitio para evitar que lo maten y cuánto debe confiar en los carabineros de su escolta a quienes está dedicado este libro.
A pesar del miedo (justificado) del autor por su alta exposición al narrar los hechos en CeroCeroCero (leer entrevista), Saviano confía en lectores. Les profesa su respeto porque sabe que son ellos (nosotros) los que tienen en sus manos la posibilidad de saber y por esto es que, en sus propias palabras: Las mafias no le temen a los escritores; temen a los lectores.
© Isabel-Cristina Arenas, Barcelona de 6 junio de 2014
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