
En Barcelona, que es aún más pequeña que Bucaramanga, la sensación de distancia se transforma. El Masnou es un pueblo frente al mar, a veinticinco minutos en tren desde el centro de la ciudad, tiempo en el que uno siente que deja todo muy atrás, que se va casi de viaje al cruzar el río Besós y las tres torres de Sant Adrià, una central térmica que casi nunca aparece en el skyline turístico de las cajas de chocolate. Allí, a El Masnou, regresó Juan Antonio Masoliver Ródenas (Barcelona, 1939) después de vivir cuarenta años en Londres. Ahora él es un personaje histórico, tanto por su trayectoria como por la publicación de su reciente libro.
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© Isabel-Cristina Arenas, Barcelona 16 de mayo de 2016
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