
El país se urbanizó en un instante. Entre 1950 y 1970 los pueblos de España quedaron casi vacíos: escuelas y parques sin niños, viviendas en las que sólo permanecieron los ancianos que se negaron a abandonarlas. Los que lograron vender la propiedad compraron un “viaje de ida” y las ciudades triplicaron su tamaño; el 80 % de la población emigró. Años antes, miles de personas también habían salido del país huyendo de la Guerra Civil. Este es el Gran Trauma del que habla el escritor Sergio del Molino (Madrid, 1979) en La España vacía, viaje por un país que nunca fue (Editorial Turner, 2016).
Del Molino se busca en la historia de sus ancestros, hace el viaje de regreso y de ahí abarca la parte vacía de su país y el reflejo cultural relacionado con este paisaje. Cuenta que, por razones que nunca ha comprendido bien, sus padres hicieron el camino inverso al de todos los demás, su madre es de Madrid y su padre de un pueblo llamado Arcos de Jalón; al casarse no se quedaron en la capital como hubiera sido lo normal, pues la madre tenía en Madrid un trabajo, parientes y amigos. La nueva familia decidió trasladarse a una villa, Almazán, que, aunque hermosa y de aspecto medieval, sus inviernos eran insoportables. “La mudanza fue un espectáculo que congregó a todos los vecinos”… continuar leyendo en El Espectador en el texto llamado Pueblos sin gente.
© Isabel-Cristina Arenas, Barcelona 29 de septiembre de 2016
Comentar este post: