Barcelona.
Alberto Torres Blandina (Valencia, 1976) es profesor de literatura y creación literaria, ha publicado Cosas que nunca ocurrirían en Tokio (Premio Internacional Las Dos Orillas 2007, Premio de la Médiathèque Bussy Saint-Georges a la mejor novela extranjera publicada en Francia en 2010) entre otras obras. Su reciente libro es Jávea (Candaya, 2020), una novela que fluye, que atraviesa generaciones, países, edades, estados de ánimo, clases sociales, rencores y testimonios.
Jávea cuenta la historia de un niño que, sin ser pobre, es bastante menos afortunado que los vecinos de su barrio, sus compañeros de colegio y de la universidad. Más tarde sabe que varios de sus colegas artistas y escritores pueden darse el lujo de “aguantar hambre” precisamente porque son ricos. Siente envidia y rabia; rencor social. Lo siente incluso en el presente: “Si hoy tuviera una casa en Jávea ya me daría igual, ese niño no la tuvo”. Jávea es un municipio ubicado en la Comunidad Valenciana en España, “un pueblo bien cerca del mar”, se diría en Colombia, en donde los propietarios de casas o pisos en la ciudad tienen una segunda residencia para descansar durante el verano. Jávea es privilegio, un símbolo, un lugar representativo de gente con altos ingresos. Torres Blandina es el autor y narrador del libro, quien insiste en que no hay ficción en su obra. La novela es una crítica social sobre el dinero y la precariedad, acompañada por la enfermedad, el suicidio, el viaje, las drogas y la inconformidad.
¿Por qué escogió Jávea y no otra ciudad de España como escenario?
Realmente el lugar no lo elegí yo, porque no es autoficción, es más una crónica. Utilizo mi vida y la de otras personas para argumentar sobre la meritocracia y cómo funciona. Existe una idea un poco cándida al respecto, pero hay una letra pequeña. Además, fue real esa comida con amigos artistas en la que me di cuenta que yo era el único que no tenía apartamento en Jávea, Denia u otros lugares similares. En Valencia, Jávea era el lugar a donde iban los progres de dinero, la gente de izquierda con dinero, así que era perfecto para hablar del mundo de los artistas, que son pocos los que no vienen de familia bien. Yo nunca he tenido segunda residencia de ningún tipo y tengo una frustración por esto, un rencor social. Ya sé que suena muy pijo, pero quería reflexionar sobre este tema. Cuando acabé la carrera quería ser funcionario, tener un trabajo estable y no pasarla como la pasaron mis padres...sigue leyendo en El Cisne: libros y espacios de El Espectador. (Publicado originalmente el 3 de agosto de 2021).
© Isabel-Cristina Arenas, Barcelona, 4 de noviembre de 2021
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