
Demetrio Rota y el Negro van por las calles de Buenos Aires recogiendo la basura y a veces según el ánimo de cada uno, hablando de sus problemas, de su vida cotidiana pero no de sus sueños. Podría afirmar que estos personajes no los tienen, están llenos de pasado en especial el protagonista, Demetrio, quien narra su primera juventud en Bariloche, su vida familiar marcada por la ausencia del hermano mayor y su relación con una mujer pocos años mayor que él.
Ha pasado una semana desde que terminé de leer el libro y todavía tengo la sensación de estar esperando algo, tal vez que la mujer con la que se escapó Demetrio, la del pelo rojo, apareciera en la historia nuevamente o que los personajes que entraban en la historia cada cierto tiempo le hicieran tomar decisiones al protagonista que cambiaran su vida de alguna forma, o tal vez que armar rompecabezas en su apartamento cerca del Cementerio de Chacarita lo llevara a alguna parte. No es que quisiera que fuera un libro con final feliz pero si tenía el objetivo de guardar en la memoria a alguno de los personajes como me ha pasado con otros los libros que he leído.
Compré Bariloche, por El viajero del Siglo (2009) también de Andrés Neuman, me costó mucho leerlo y debo decir que lo continué porque en la portada decía que había sido Premio Alfaguara y esas referencias comerciales todavía me hacen comprar y llegar hasta el final de los libros. Curiosamente el viajero (Hans) no salió de Wandernburgo sino hasta el final de la historia, pero tenía el mundo en su cabeza y los personajes que acompañaron a Hans siguen despiertos por mi apartamento, entonces cuando empecé Bariloche creí que iba a pasar lo mismo, pero no. Pienso atrevidamente que como este libro (Bariloche) fue escrito 10 años antes que El Viajero del Siglo el autor no había descubierto el poder de marcar a sus lectores y dejarlos con la sensación de querer sacudir el libro para saber más sobre los personajes, de querer conocerlos. Por eso se quedan vivos para siempre.
No me gustó Bariloche. Sentí que el viejo de Tacuarí era una especie de involución del organillero del Viajero del Siglo y que le sirvió al autor para describir moralmente a Demetrio Rota o para lavar de alguna forma el pecado de meterse con la mujer el Negro pero nada más. Así como este mendigo entró en la vida del protagonista, así salió casi de la misma forma que lo hizo el Petiso otro personaje que se sentaba en el café de la calle Bolívar a tomarse un tinto cada mañana (uno argentino).
Una huella: Al principio, en la primera hoja la definición de Bariloche es igual que en El Viajero del Siglo con Wanderburgo, me refiero a la técnica, a la importancia del lugar en la historia que tiene que tener su propia definición. Me imaginé a Andrés Neuman empezando el libro con la intención de encontrar un orden y decidiendo cuáles eran las migas de pan que dejaría para que los lectores supieran que era él quien escribía (así como pienso que lo hace Alessandro Baricco enlazando sus libros con pequeños detalles) y descubriendo después que los inicios casi siempre se saben al final de las historias.
© Isabel-Cristina Arenas, 5 de diciembre de 2010
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