
Para ver cómo subían la proa, la popa y entender por fin cuál era “proa” y cuál la “popa”, tenía que cruzar el Río Calle-Calle en Valdivia (Chile) y pedir permiso para entrar a ASENAV, la fábrica que estaba viendo desde una banca exactamente al otro lado del río. Siempre me ha confundido eso de las partes del barco, el tema de “a babor”, “a estribor”y la velocidad vuelta “nudos”es imposible. Hacía mucho frío para nadar y además podría ser atropellada por uno de los botes que entrenaban como para olimpiadas y que van iban de extremo a extremo sin parar. Entonces me rendí ante las definiciones técnicas, le tomé fotos a un barco triste con cara de recién “deshuesado” y me fui a la librería del centro del pueblo, llamada Chiloé, a buscar algo para mi biblioteca. Le compré el Ulises de Joyce a mi hermano Ricardo (que no lo ha leído y que no sé si yo algún día lea) y vi entre los libros a un autor que desde lejos decía algo como: Quino, el de Mafalda, ¿Quino publica con Anagrama? pensé, pero no, al sacarlo me di cuenta de que era Quim, no Quino, un autor catalán del que El País de España dice que es el genio del cuento y Villa-Matas lo clasifica como uno de los mejores cuentistas del mundo.
Los cuentos de Monzó tienen una marca: la inverosimilitud inicial como enganche ó mejor: surrealismo (puede ser ofensivo eso de “inverosimilitud”) hasta el punto de no poder soltar el cuento solo para saber cómo el autor va a hacer eso creíble, cómo me va a hacer comer este cuento. Lo hace, y especialmente con tres de sus relatos: Vacaciones de Verano, Mi hermano y Mamá. Debo decir que me molestó un poco el desvío de tema de Ante el Rey de Suecia (un escritor y su obsesión por ganarse el Nobel de Literatura) aunque no por esto deja de ser como las otras, una súper historia, aunque en realidad es una novela corta en la mitad del libro.
Siempre hablamos con mi hermano de la marca de autor : del porqué se puede decir o intuir, por ejemplo, que algo es de Carver, de Paul Auster, de Katherine Mansfield o de Capote; creo que no podría decirlo con palabras técnicas de crítico literario, solo se siente y ya. Es como cuando al responder el teléfono el “hola” nos suena familiar, es alguien con quien queremos secretamente hablar y al colgar, después de una gran conversación, sonreímos. Eso me pasó con Quim Monzó. Aquí un fragmento del cuento Mi hermano.
Ya tengo en mi lista de libros por comprar otros de él: Ochenta y Seis cuentos, Mil Cretinos, El porqué de las cosas, El tema del tema…Después de ponerlos en esa lista me acordé de un artículo de Héctor Abad en donde decía que era mejor tener tiempo que relojes, refiriéndose a las horas que la gente se gasta haciendo plata para comprarse relojes caros y no tener tiempo. Por ahora ni relojes ni mucho tiempo, sólo libros esperando turno, que me repiten desde la biblioteca que eso de no tener tiempo es sólo mi excusa, pero que sí, que compro muchos libros, más de los que puedo leer antes de la llegada de la siguiente feria y que por eso no tengo relojes, ni barcos.
Finalmente, después de una valiosa y gráfica explicación (de Mariale) supe que la proa “es donde va la sirena” y la popa “en donde duerme el capitán con cara de malo” y eso ya es un avance para cuando me decida a comprar un barco y llenarlo de libros.
© Isabel-Cristina Arenas, Bogotá 23 de mayo de 2011
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