Cuando paso por debajo del puente del Obispo en el barrio Gótico de Barcelona pido un deseo. Es una leyenda urbana que vivo casi cada día y de la que nadie ha dado especificaciones acerca del tipo de deseo, como tampoco de los que se piden en las fuentes, por ejemplo la de la plaza de San Felipe Neri, construida encima de un cementerio medieval y ubicada en el mismo barrio. Sin embargo, sí existe una regla al entrar por primera vez a una iglesia: se supone que se debe pedir por el “buen morir”, el propio, en cualquier caso nada material. Así que voy acumulando deseos cada vez que paso por estos lugares y lo seguiré haciendo, mucho más después de terminar de leer Los Living, de Martín Caparrós.
¿Cómo digo de qué se trata este libro sin dañar la historia? Es la voz de un niño apodado Nito, que nace el día de la muerte de Juan Domingo Perón, que se hace hombre a través de cada página, ensaya diferentes tipos de muerte, está marcado especialmente por la de su padre y tiene el don de crearla tal y como los tarotistas “crean” futuros. Nito se hace inmortal a su manera cuando participa en un proyecto relacionado con la forma en que los seres humanos se vinculan con la muerte. También diría que es de esos libros en los que al llegar a ciertas partes casi no importa qué sigue después porque hasta ahí va perfecto —como cuando el protagonista le escribe una carta a la persona que mató a su padre—, sin embargo, se sigue y se termina con la misma sensación de asombro, humor y unión de dos mundos…seguir leyendo en El Espectador.
Gracias a los dos.
© Isabel-Cristina Arenas, Barcelona 22 de julio de 2013
Me gustó mucho, Cris. ¡Qué bueno leerte a los tiempos! Yo sólo sé que no quiero morir ahogado, ni lentamente.
Me acuerdo que mi hermano nos obligaba a responder si queríamos morir ahogados o quemados, y con mi mamá decíamos uyy no nada y él insistía e insistía e insistía. Gracias Oscar. Yo no he pensado como me quiero morir, pero de un ataque al corazón silencioso estaría bien, como murió mi abuelo.
¿Quemado o ahogado? He encontrado personas que se han hecho la misma pregunta de niños y ya no me siento raro. Ficción-ficción.
Nunca elegí cual de las dos, podemos morir en un libro primero, eso también sería ficción-ficción.
Pues con mi hermano jugábamos a que uno moría -repentinamente la enfermedad lo mataba- por supuesto dejando el tiempo para que el otro se quedara con las pocas pertenencias del otro: juguetes, cobijas, la cama y el amor de la cucha.