
“Escribir es tratar meticulosamente de retener algo, de hacer que algo de todo esto sobreviva: arrancar algunos pedazos precisos al vacío que se forma, dejar en alguna parte, un surco, una huella, una marca, o un par de signos”: George Perec.
En El gabinete de un aficionado, el autor nos cuenta la historia de un cuadro llamado igual que la novela en donde se muestra a un amante de la pintura llamado Hermann Raffke con toda su colección. Se destaca en medio de la obra la obra misma reflejada en un espejo con pequeñas variaciones de una versión a otra. El eterno retorno llama la atención del público hasta que la pintura se vuelve famosa, lo que viene después es una intención, tanto del coleccionista, el artista, los críticos y el mismo Perec.
Crucigramas, cine, teatro, poesía, ficción, guiones, catálogos. Perec jugaba con las palabras. Vila-Matas lo define en su blog como un genio productor de ideas con la capacidad de mover el espíritu. George Perec (París, 1936 – Ivry-sur-Seine, 1982), nació en una familia judía, su padre murió durante la II Guerra Mundial y su madre en un campo de concentración. Él fue adoptado por sus tíos y su nombre cambió de Peretz a Perec. En 1965 con Las cosas, su primera, novela obtuvo el premio Renaudot y con La vida, instrucciones de uso (1978) obtuvo el Médicis, no alcanzó a terminar su última obra llamada 53 días. A Perec le gustaba hacer listas. Si viviera haría una oficial para responder crucigramas por teléfono, cambiaría la «a» de árbol, por «a» de Antofagasta, la «t» de tetero por «t» de Tantarantana la «s» de sapo, por «s» de Sebastopol. Originalidad es su palabra. Escribió, por ejemplo, una novela sin la letra «e» llamada La desaparición y se dedicaba a catalogar como en Tentativa de agotar un lugar parisino.
El gabinete de un aficionado, la pintura no la novela, traspasa el movimiento inminente, parece obvio decir que está en movimiento, sin embargo basta con leer la historia de este cuadro para darse cuenta que lo que se mueve es un objetivo, aunque al principio parezca que lo importante es la variación en cada una de las imágenes reflejadas hasta el infinito. En cuanto a la novela, es una invención de Perec en dónde se nota la felicidad al escribirla…seguir leyendo en El Espectador.
© Isabel-Cristina Arenas, Barcelona 3 de septiembre de 2013
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