Gracias tío Carlos por el Larousse, los primeros libros y la muñeca gigante.
Mi tío se fue a vivir a otro país cuando “vivir en otro país” era como cambiarse de planeta. En 1975, irse de Colombia a Venezuela era dejarlo todo y llamar cada mes o cada quince días a la familia. Se podía escribir cartas con noticias viejas de dos semanas, regresar cada año en Navidad para volverse a ir después del 2 de enero y darse cuenta de que nadie se acostumbra a despedirse. Pero como Venezuela estaba a un paso, aquí nada más, se imaginaban planes de viaje por carretera Bucaramanga-Caracas. Tristes los que emigraban a Europa; ellos cambiaban de galaxia.
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© Isabel-Cristina Arenas, Barcelona 11 de mayo de 2015