
Según Borges toda casualidad es una cita. Pensando en esto y en que sin duda me persiguen, decidí que el mejor libro que podía llevarme para leer en mi viaje a París era por supuesto París no se acaba nunca (2003) de Enrique Vila-Matas, que había comprado unos meses antes para aumentar mi deseo, en ese momento muy lejano, de viajar a esa ciudad.
Lo empecé a leer en el vuelo, recuerdo que apenas me acomodé en mi silla quise tomar nota de algo que acababa de oír y que me dejó un poco asustada pero cuando fui a sacar el lápiz de la maleta vi que bajo mis pies había un libro: Cinco semanas en globo, de Julio Verne. Lo levanté, lo abrí y busqué el nombre del dueño en la primera hoja o en alguna página intermedia pero no había rastro. Estaba dispuesta a pronunciar el nombre del dueño en voz alta pero no a decir en mi precario francés “¿alguien ha perdido cinco semanas?”. No sabía cómo decir “globo” y pronunciar “livre” en público me asustaba más que pensar en la ausencia del ventilador de frenos del avión, que era lo que por accidente le oí decir a uno de los señores con chaleco verde de la entrada. Así que puse a Julio Verne en la silla de al lado, respiré profundo y comencé a leer París no se acaba nunca.
La única vez que he visto a Vila-Matas fue en una camioneta de seis puestos a la salida del Festival El malpensante en Bogotá en 2010. Él iba a dar una conferencia a la que no pude asistir pues los horarios se cruzaban con mis tareas de asistente con otro invitado. No sabía en ese momento que era el gran escritor catalán traducido a 29 idiomas, galardonado entre otros con el Premio Rómulo Gallegos (2001) y el Médicis (2003), autor de más de 35 obras y hasta caballero de la Orden del Finnegans. No sabía nada. Ni siquiera que era el autor del prólogo del libro de cuentos de Sergio Pitol que estaba leyendo en ese preciso instante durante el recorrido hacia el Hotel Radisson. Para mí el ocupante de la silla de adelante solo era un señor de cejas XL.
París no se acaba nunca, cuenta la experiencia del autor en esa ciudad al escribir La asesina ilustrada e intentar emular la vida de Hemingway cuando escribía París era una fiesta. Es una obra autobiográfica muy a su estilo, en donde se mezclan verdades y ficciones. En sus propias palabras: “todo es verdad porque todo está inventado”. Es un libro para escritores, o que por lo menos pretendan serlo, o para quienes sientan curiosidad por la vida bohemia y lugares emblemáticos de París. De su ironía, humildad y humor se pueden sacar lecciones y verdades que le darán un poco de tranquilidad y luces a un aprendiz de escritor.
En esta obra, que ocupó el sexto lugar de las diez grandes novelas 2000-2009 en una votación de los críticos del diario catalán La Vanguardia, Vila-Matas cuenta anécdotas de la vida de muchos otros artistas del momento, cineastas, escritores, actrices y enumera los principales cafés literarios de París. Por eso cuando llevaba más de media hora de vuelo yo ya tenía una ambiciosa lista de cafés, lugares, calles y películas recomendados y había ocupado todo el papel blanco que cubría mi libro. De pronto mientras buscaba en dónde más escribir, un señor se paró de su silla con gesto de desesperación buscando algo. Resignada levanté el libro que me había encontrado y en menos de dos segundos recorrió hacia atrás los puestos que nos separaban y me sonrío agradecido. Adiós Cinco semanas en globo.
La gente en París camina con rapidez, todos parecen ir con destino fijo con afán por encontrarse con alguien. Y ya estando allí, empecé a hacer lo mismo para evitar sentirme tan turista, entraba y salía del metro con prisa, cruzaba las calles con seguridad y llegaba a los lugares como si fuera a una cita, hasta que me encontré a Cristina en el Cementerio de Montparnasse. Yo estaba buscando la tumba de Guy de Maupassant y ella la de Alfred Dreyfus, y como ya eran las 5:30 de la tarde un guardia con campanita de mayordomo nos llevó un poco obligadas hasta la salida. Caminamos por el Boulevard Saint-Germain, los Jardines de Luxemburgo, me mostró algunos cafés famosos y terminamos haciendo un picnic en la orilla del Sena. En algún momento del paseo pasamos por la Rue Christine, lo que me hizo dudar de su existencia y de la mía. Así que para comprobar que éramos reales nos pusimos una cita otro día, en el que terminamos en el Café Le Temeraire viendo a Alejandro Jodorowsky leer el Tarot en público. Unos días después, ya estando en Barcelona me encontré a Jodorowsky en una de las páginas de Vila-Matas, que a propósito, desde hace mucho tiempo dejó de ser un señor de cejas XL para convertirse en alguien imprescindible en mi biblioteca.
Al finalizar el libro me quedé penando en mi viaje, París hace que uno se sienta mortal. Entonces recordé que no había sido necesario el ventilador de los frenos y que el primer cuento que escribí se trataba de un viaje en globo, por eso ahora le presto más atención a las coincidencias para poder cumplir con las citas que tengo preparadas.
Nos vemos en el futuro Cristina Simón.
© Isabel-Cristina Arenas, Barcelona 29 de septiembre de 2012
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